Errores

  • Tendencia a minimizar las preocupaciones de nuestros hijos: los adultos consideramos nuestros problemas más relevantes que los de los jóvenes porque percibimos que son más superficiales y de fácil solución. El hecho de no ofrecer la importancia merecida a los problemas de nuestros hijos o no compartir con ellos sus emociones, genera desconfianza o sentimientos de inferioridad.


  • No ofrecer apoyo a los hijos cuando tienen un problema y posicionarse a favor del contrario: en la etapa de la adolescencia, es frecuente que surjan enfrentamientos con sus hermanos o compañeros. Los adultos tendemos a decir quien tiene o no la razón alimentando el sentimiento de "el mundo está contra mí". En este caso, solamente escuchar de manera activa, mostrando interés y ayudarle en la búsqueda de soluciones es lo más recomendable.


  • Dar un juicio de valor en función de la experiencia de los padres: en muchas ocasiones, cuando tenemos una conversación con los menores, los padres tendemos a centrarnos en nuestras vivencias y experiencias y generar juicios de valor de lo que "se debe o no se debe hacer". Esta forma de actuar resulta contraproducente, ya que a muchos menores no les importa las vivencias de los padres, lo único que demandan es solucionar sus problemas. Es estos casos, es necesario empatizar y ponernos en la piel de nuestros menores.


  • Optar por respuestas sarcásticas: emplear el humor es beneficioso, pero el sarcasmo puede resultar dañino en una relación entre padres e hijos que ya puede ser tensa de por sí. Hablar con naturalidad, sin mostrar ira y con cariño es una alternativa más acertada.


  • Mostrar una actitud de culpabilidad a nuestros hijos de sus problemas solamente complicará el proceso de comunicación, sobre todo al inicio de la conversación. Es importante hablar de términos de responsabilidad de los actos y las consecuencias, pero nunca de culpabilidad, ya que transmiten emociones con una carga negativa: "lo hago todo mal" "soy un inútil" etc.


  • El hecho de tratar de resolver un problema de nuestros hijos sin contar con él a ciertas edades puede resultar contraproducente, ya que son ellos los que deben aprender a lidiar con sus dificultades. Por tanto, escucharles y ofrecerle pautas para solucionar un problema sin imponer nuestra opinión, tal vez sea la manera más aconsejable de afianzar la comunicación.